La mediación no puede ser un atajo para legitimar socialmente lo que es ilegal

Estos días se está hablando mucho en los medios sobre mi querida profesión – la mediación – que el gobierno rechaza de plano. La verdad que todo apunta a que sería una nueva pérdida de tiempo pues difícilmente el independentismo catalán resistiría un dialogo mediado con el gobierno sin dejar al descubierto la imposibilidad de armonizar ambos discursos y, por tanto, de mediar.

No se pasaría, me temo, de la fase de pre-mediación, que es aquella en que el mediador calibra la conveniencia y margen real para empoderar a la parte en desventaja dialéctica, en este caso, la parte independentista.

Demasiados argumentos faltos de una fundamentación contrastada y planteada con sensatez lo hubieran impedido. Pero es que, en este caso, ni siquiera se inscriben las actuaciones de los independentistas dentro de un marco legal.

¿Cómo hablar de mediación si con ello estaríamos legitimando a quienes se han saltado la ley y además no parecen tener intención de retractarse? Vamos, que entiendo perfectamente que Rajoy pase de la mediación en este momento, hacer lo contrario sería legitimar de facto lo ilegal.

 

La agresión hacia la ciudadanía impide legitimar a la parte independentista de cara a un dialogo mediado

 

No todo vale, la mediación no puede ser un atajo para legitimar lo que es ilegal y menos en cuestiones políticas vinculantes”

 

La mediación, en sí misma, reconoce la autonomía de las partes enfrentadas y las predispone hacia un diálogo constructivo de manera paralela a la vía judicial o, incluso, al margen de esta. Es un acercamiento más responsable, abierto a la pluralidad y creativo de lo habitual para resolver los conflictos sociales. Es un paso hacia delante que dota a los individuos de mayor libertad y autonomía, no lo contrario. No todo vale, la mediación no puede ser un atajo para legitimar lo que es ilegal y menos en cuestiones políticas vinculantes.

Todo el mundo estará de acuerdo en que no debería haber mediación si ha habido violencia. Antes es necesario aplicar sanción y recuperar la concordia entre las partes. En este caso, el gobierno está dando, además, al independentismo la oportunidad de reconducir la situación a pesar de haberse constatado ya que el referéndum se ha celebró al margen del Derecho.

Algunos independentistas podrán negar esto y tratar de darte la vuelta a la tortilla, pero es una realidad que han querido proclamar una Cataluña independiente ocultando a la ciudadanía su inviabilidad, han convocado un referéndum ilegal y son los responsables de haber sembrado incertidumbre y discordia entre millones de españoles, ya sean independentistas o no.

 

La mediación exige de rigor para ir calando en la sociedad

Todos los ciudadanos, no sólo los profesionales de la mediación, convendría que fuéramos especialmente rigurosos con los principios y condiciones necesarios para que pueda haber mediación social.

Estamos en el siglo XXI, la mediación, adecuadamente aplicada, puede ayudar a evitar soluciones revolucionarias a muchos conflictos sociales. Es el momento de hacer uso de la mediación como instrumento no al servicio de los revolucionarios, sino de un diálogo social sano característico de la postmodernidad. Es lógico que el gobierno rechace una mediación si no se respetan los principios necesarios que han de existir en la base de todo diálogo mediado y que son:

  • El respeto, ausente entre ambas partes desde una perspectiva política por motivos obvios.
  • La neutralidad del mediador, pues ningún mediador quiere legitimar con su intervención neutral e imparcial a ambas partes si ellas, previamente, no se reconocen
  • La voluntariedad, ausente, comprensiblemente, por parte del gobierno.
  • La confidencialidad, imposible al haber solicitado Puigdemont la mediación ante los medios de comunicación. Pero es que, además, tratándose de un asunto social que nos afecta a todos y sobre el que existen tantos interrogantes, opino que convendría debatirlo públicamente para esclarecer muchas cuestiones.

 

Mi conclusión

En definitiva, me gustaría pensar que pronto será posible un diálogo enmarcado dentro de la legalidad sobre hacia dónde caminaría una Cataluña independiente, cómo sobreviviría económicamente, qué relación mantendría con el resto de España y quiénes realmente la desean y para qué. Si hay que cambiar alguna ley o reformar la Constitución, sería lógico hacerlo desde la serenidad de un dialogo riguroso y consensuado. Un debate real con información concreta y contrastada.

No perdamos de vista que los populismos políticos son un problema que por desgracia no está yendo a menos hoy en día. No permitamos que el hecho de que la mediación sea aun algo novedoso y desconocido para muchos, dé lugar a que la usen para legitimar lo que es fruto del ejercicio irresponsable de la función política. Seamos rigurosos con el ejercicio de la mediación.

 

 

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