La Mediación Familiar ayuda a dejar de hablar estrictamente en términos económicos

La Mediación Familiar ayuda a dejar de hablar estrictamente en términos económicos: un caso de Mediación con acuerdos tras un divorcio contencioso.

Un abogado me habló del caso de su cliente, Samuel. Hacía 14 meses que Samuel se había divorciado de Lucía después de 7 años casados. Ambos tenían una única hija en común, Sofía, de 2 añitos y medio de edad. Fue un divorcio contencioso, Lucía había formulado la demanda y conseguido la custodia y una pensión compensatoria. A Samuel le correspondió pasar con la pequeña los fines de semana alternos y los miércoles por las tardes, aunque él quería la custodia compartida.

Lo que más preocupaba a Samuel era distanciarse de su hija ahora que se había mudado a otra casa y la comunicación con su ex mujer era tan hostil. La desconfianza mutua era muy grande y arrastraban ambos una importante carga de estrés después de mucho sufrimiento. Propuse a Samuel que preguntara a su ex si accedería a hablar con una mediadora para entender mejor en qué consistiría el proceso y así fue cómo contacté con la otra parte. Lucía, después de consultarlo con su abogada, accedió a venir a una sesión individual conmigo, estaba preocupada por la niña que no dormía bien últimamente y había dejado de tolerar ciertos alimentos coincidiendo con la separación de sus padres.

La primera sesión fue sólo con Samuel, quien recordaba los meses anteriores al divorcio con mucho dolor: la convivencia con Lucía era mala desde hacía tiempo, sus negocios no iban bien y, además, falleció su padre enfermo. Me contó que llevaban años esforzándose por salvar su matrimonio pero, aun así, discutían cada vez por más cosas y sus sentimientos habían cambiado. Admitió que buscaba cualquier pretexto para no estar con su mujer y la pequeña y que no estuvo a la altura. En el fondo, Samuel se sentía muy culpable y, en cierta parte, asumía como justa la sentencia, pero estaba interpretando las evasivas de Lucía como un obstáculo para ver a su hija y tenía mucho miedo de distanciarse de ella con el tiempo.

blog2A los pocos días vino al gabinete Lucía. Ya en nuestra conversación telefónica, ella había dejado claro que no quería compartir la custodia con su ex, no le veía preparado para asumir esa responsabilidad y compaginarla con su trabajo. Me contó que Samuel y ella se casaron tras varios años de noviazgo, muy enamorados y conscientes de la trascendencia del matrimonio, pero la convivencia luego nunca fue buena, y empeoró a partir de su embarazo. Samuel dedicaba cada vez más tiempo a su trabajo y ella no entendía cómo no era capaz de organizarse mejor para dedicarle más tiempo a ella. Discutían a diario. Ella admite que pensaba que al pedirle el divorcio, él reaccionaría y cambiaría, pero no ocurrió nada de eso. Lucia no concebía en ese momento el divorcio de ninguna de las maneras y se sintió muy decepcionada y herida al comprobar que su marido sí lo hacía.

Celebrar las dos sesiones individuales ayudó a contextualizar el conflicto, algo muy importante para arrancar el proceso. Uno de los mayores retos del mediador es analizar la situación lo antes posible para ayudar a cada parte a avanzar hacia el acuerdo. En este caso, el objetivo de la primera sesión conjunta era restablecer la confianza entre Lucía y Samuel, al menos, para que pudieran empezar a hablar sin discutir. Ambos tenían muy claro que no deseaban reconciliarse como pareja, así que el objetivo era ayudarles a recuperarse emocionalmente y a reconstruir su relación, de tal manera, que perjudicara lo menos posible a su hija.

Durante la primera sesión conjunta, Lucía aceptó escuchar las disculpas sinceras de Samuel por lo que ella había vivido como un abandono y una traición. Ella necesitaba desahogarse más allá del reproche y ser escuchada. Al final Lucía también le dijo a Samuel cosas que antes no había querido hacer: que el embarazó la asustó tanto que se centró sólo en sus necesidades y tampoco apoyo suficientemente a su marido en los malos momentos. Finalmente, estuvieron de acuerdo en anteponer el bienestar de la niña al dolor que les había ocasionado el divorcio y dejar de hablar únicamente en términos económicos.

Las segunda y tercera sesiones sirvieron para organizar el tiempo con la pequeña. Debían dejar de hablar de custodia y visitas y empezar a pensar en términos de tiempo compartido con su hija. Se marcharon a casa habiéndose comprometido a hacer, cada uno, un cronograma de tiempo compartido con la niña, tomando como base la sentencia y atendiendo especialmente a la estabilidad de Sofía. Así, en la siguiente sesión, fueron revisando semana a semana, cumples, compromisos con la familia, preferencias y necesidades personales, hasta establecer un calendario para los próximos 6 meses sobre el que ambos quedaron en hacer los menores cambios posibles y, siempre, previo acuerdo. A partir de la cuarta sesión fueron revisando todos y cada uno de los gastos fijos así como el dinero de que disponían cada uno para otros gastos. Hicieron una lista de prioridades privilegiando las necesidades de Sofía y fueron negociando sobre cada punto. Habían pasado de hablar de pensión compensatoria a hacerlo sobre gastos compartidos.

Tras 7 sesiones conjuntas y 2 individuales, habían llegado a los siguientes acuerdos:
Samuel aceptó no seguir en el empeño de una custodia compartida, al menos durante el próximo año. Quedaron en que Samuel iría involucrándose progresivamente en el cuidado y educación diarios de la niña. Se comprometieron a comunicarse regularmente sobre aquello que habían acordado en relación a la salud de Sofía, sus estados de ánimo, sus hábitos de higiene, alimentación, normas y horarios. Lucía además, decidió, por el bien de la niña, retomar la relación con la madre de Samuel, con quien no hablaba desde el divorcio. Especialmente, la mediación vino bien para que Samuel tomara conciencia de los gastos fijos de la niña y dejara de tener la sensación de que la cantidad era abusiva para él. Todos los acuerdos alcanzados los plasmamos por escrito en un documento al cual dieron una vigencia de 6 meses y que podía servir de precedente para una modificación de medidas de la sentencia.

A día de hoy, pasado un año desde la última sesión con ambos, Lucia y Samuel han aprendido a organizarse mejor como padres tras el duro y difícil cambio que supone un divorcio, mantienen una relación cordial y se comunican con fluidez por el bien de su hija.

La familia no se rompe tras un divorcio, lo que hace es cambiar, muchas veces de manera dramática, y hay que adaptarse a la nueva situación lo antes posible. Desde luego, lo ideal para un niño es nacer y crecer en una familia unida y feliz, pero no siempre puede ser así y no tiene por qué suponer un trauma, una desgracia sin solución o una marca de por vida. Aceptar esto y adaptarse lo antes posible a la nueva realidad es necesario para todos, especialmente para los niños, pues aun peor que la separación de sus padres, es para ellos el conflicto prolongado entre estos.

* Los nombres de los participantes han sido modificados para preservar su anonimato.

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